¡Inches nombrecitos!

No me gusta, es más me encabrona la gente que se machaca las neuronas para ponerle nombres únicos e irrepetibles a sus hijos y en ese empeño terminan cometiendo pendejadas tan enormes que hasta Fox o el Peje sabrian que son pendejadas, como cuando fuimos a registrar a mi hija la mayor: adelante de nostoros estaba una pareja que bautizó a su retoño con el rimbombante nombre de Brayan Emet, así como lo escribí quedó redactado a petición de los orondos padres en aquella Acta de antología, lo sé porque de plano me valió madres y me asomé al monitor para ver de que se trataba aquel atentado a la tranquilidad futura del pobre chamaquito que ni siquiera habia pedido nacer, mucho menos que se lo chingaran de por vida.

Otro triste ejemplo de lo que digo es un compañero preparatoriano de mi hermano el enano a quién sus padres en un arranque de exaltación cultural nombraron a su pequeño Rabindranath Adelaid, en honor al ilustre poeta indú Tagore. Lo de Adelaid eso si no sé de donde lo sacaron.

Como estos ejemplos podría dar muchos mas, como aquellos comunistas exacerbados que terminan nombrando a sus hijos Lenin (mi hija tiene un compañero con ese nombre), sin reparar en que Lenin era el alias de Vladimir Ilich Ulianov, no su nombre, o aquellos que para parecer sofisticados llaman a sus hijos Mozart Jiménez o Rembrandt Gómez, o peor aún con el fin de no distorsionar el nombre de su ídolo llaman a el crio Albert Einstein Campos Navarro.

Pobres chamacos, tan tranquila vida que podrían tener llamándose Carlos, Fernando o Joaquín

Ya dije